Fue a fines del 2004 cuando me acerqué, carpeta en mano, a conversar con Guillermo Urquiza. Recién electo como alcalde de Algarrobo, ocupaba éste una pequeña oficina a un costado de su negocio de arriendo de videos, frente a la playa Las Cadenas. Dentro de mi carpeta no llevaba más que un currículo personal y un documento de apenas dos carillas que había redactado días antes: "Plan de Gestión Cultural para Algarrobo". Si bien en ese entonces ya llevaba cerca de quince años viviendo en la comuna -y siempre vinculado al ámbito de lo "artístico"-, nunca antes me había animado a elaborar y proponer algo en ese sentido, de esa envergadura, con esos alcances. La idea, por supuesto, era contribuir a desarrollar de buena manera una oferta de actividades culturales en nuestra comuna. Digo "de buena manera" porque el objetivo era, por una parte, retomar las actividades concretas que ya se realizaban (como las temporadas veraniegas de teatro, que las nuevas autoridades habían dado rápidamente por
muertas), como también activar toda una parrilla de otras distintas y nuevas, para todos los públicos y como parte de una política inteligente y articulada, no como una cuestión resuelta más bien dentro de la improvisación y de muy escasa solvencia, como había sido la tónica hasta ese entonces.
Durante los dos años siguientes (Urquiza tuvo el insólito acierto de acoger mi propuesta), tuve la suerte de integrar, junto a Bernardo Arriaza, un equipo de trabajo que realizó varios de los más destacados eventos que hayan visto la luz por estos pagos: semana santa con recital de música celta en la playa El Canelillo con cerca de 500 asistentes, temporada de música barroca en pleno invierno en iglesia Santa Teresita, festival "Voces de Algarrobo" consagrado integramente a talentos locales, celebración del Solticio de Otoño con música y poesía en la quebrada Las Tinajas...
Desde mi posición, no puedo emitir un juicio como "público", como anónimo algarrobino ante esta determinada oferta de contenidos. Aún así, sospecho que ésta me hubiera parecido al menos
estimulante. En algún momento, llegué a escuchar hablar de la "nueva identidad turística" que despuntaba en Algarrobo. Algarrobo, a las claras, se asomaba como un promisorio nuevo destino de turismo cultural de primer nivel, una especie de Frutillar de la zona central. Los beneficiados, no está de más puntualizarlo, no iban a ser unos pocos sino
toda la comunidad algarrobina. Si en 2006 teníamos una temporada de teatro con nueve títulos de lo más destacado de la oferta de las tablas nacionales, no resultaba para nada ambicioso augurar para algunos años más adelante, digamos para el 2012, un festival internacional de artes escénicas en una remozada y ampliada sala Bordemar...
El futuro ya es realidad, 2012 ya está aquí y de la mano trae una nueva temporada... de elecciones. La realidad que queramos para nuestra comuna la podemos plasmar. Está en nuestras manos hacerlo.
Aunque por momentos cueste creerlo, así lucía la quebrada Las Tinajas en 2006. Con un poco de esfuerzo y buena disposición se pudo lograr.